Hoy te
he imaginado paseando por Gran Vía, con tu falda al vuelo, la música sonando
fuerte en tus oídos, un poemario en el bolso y la mirada en el suelo para no
tropezar.
¿Sabes, amor? Aún me pregunto si recuerdas mi olor cuando alguien
fuma a tu lado en la parada de autobús, si cuando alguien lleva mi colonia
cierras los ojos para recordar. Tal vez cuando pares en el paso de cebra de
Plaza España desees que vuelva a abrazarte por la espalda hasta ver la luz
verde. Y quizá cuando pases por el escaparate de alguna librería mires atrás
para comprobar que no me he quedado ensimismada con los libros y tú has
avanzado sin darte cuenta de que yo había soltado tu mano. Es posible que, cuando
hayas vuelto a coger un taxi en Callao, quizá hayas pensado en cómo nos
despedíamos sabiendo que a primera hora yo buscaría vestidos de flores y tú una
camisa y un cigarro. Puede que una noche cualquiera, entre sueños aún, hayas
mirado el móvil y hayas creído ver un poema mío que a la mañana siguiente no
has encontrado en tu teléfono porque sólo había sido un sueño. Quizá hayas vuelto a leer mis textos en voz alta para repetirte que no fue sólo un espejismo, que fue lo más real del mundo.
¿Alguna noche te
has sentado a las 6 de la mañana a escribir(nos) sin que yo lo supiese?
¿Has abrazado
la almohada o aquel peluche pensando en cómo era(mos)?
¿Has sentido el vello
que se eriza en los atardeceres más hermosos (y tristes)?
¿Seguirás, algún día,
contando los kilómetros (219) y las horas?
¿(Nos) ves en las nubes y en el humo?
Yo sigo buscando formas en las nubes y dibujo versos con el humo del tabaco.
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