Ebria
de sonrisas que ya no aparecen despertó aquella mañana sin haber podido
conciliar el sueño un solo minuto. Alimentándose de recuerdos imaginó su cama,
su almohada mojada sin la compañía de Morfeo, el cual tampoco se había pasado
de visita esa noche. Entonces llegó el momento en el que se preguntó por qué
las musas ya no le hacían visitas y por qué la luna ya no brillaba en el cielo.
Poco a poco y sin pensarlo se respondió que mañana sería un día distinto y se
fue a dormir cuando la ciudad empezaba a despertar, cuando las nubes tapaban el
sol que, aquel día, tampoco parecía tener ganas de salir de la cama.
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