Me paro
en semáforos en verde esperando a que vengas y me abraces por la espalda,
diciéndome al oído que ya es la hora de volver a casa y que mañana nos espera
un día agotador. Sin embargo es Borges quien se mete en mi cabeza, recitándome
tu ausencia y empujándome a cruzar en rojo.
Ni Nerudas, ni Lorcas, ni Quevedos; yo te quiero a ti.
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