martes, 17 de marzo de 2015

La vida.

Hoy es el día. El día que paseas por la calle y llega el olor de su colonia y te das la vuelta y la buscas y no aparece y vuelves a la realidad. 
Entonces miras a la persona cuya mano has soltado, con la sonrisa a medias y los ojos tristes. La miras y no sabes bien cómo decirle que lo sientes, que no es ella, que pensabas que en los últimos 5 meses habías conseguido borrar su recuerdo gracias a sus labios, pero que acabas de darte cuenta de que no te provoca el mismo escalofrío que ha recorrido tu cuerpo hace medio minuto. Que cuando te tumbas en el césped y miras las estrellas las noches de verano oyes su risa, notas cómo te roza la mano con la brisa suave, rememoras sus andares de niña buena mientras se recoge el pelo en una coleta precipitada y se lanza a tu cuello. Y que, pensabas que no, pero sigues viéndola en todas las mujeres que llevan un vestido de flores y deseas arrancárselo para llevarlo a los pies de su cama para que, cuando despierte, lo encuentre como un regalo de un hada madrina. 
Ese día se repite. Mes tras mes, año tras año. Siempre cambian las mujeres que van de tu brazo, pero nunca el olor a esa colonia mezclada con el tabaco rubio. Tampoco cambia la cobardía de no pulsar el botón de llamar, mandarle un mensaje o presentarte  en su puerta con las manos en los bolsillos, mirarla a la cara y decirle: sea como sea, pase lo que pase, viva lo que viva, seguirás siendo siempre el amor de mi vida.