martes, 25 de noviembre de 2014

(Des)amor.

Te encontré y encontré en ti lo que siempre había buscado, las manos frías que se aprietan, las complicidades que lloran como el agua de la lluvia en los cristales, los corazones rotos para los que no quedan tiritas ni cementos posibles. Cavamos nuestra propia tumba con nuestros actos, la pusimos bonita y yo aún sigo dejándole flores el primer día de cada mes, con una sonrisa y una lágrima. Nos matan las ganas de besar y no poder, los autocontroles que funcionan en el momento exacto pero que más tarde pasan a convertirse en ira de no haber podido besar tus labios explotando como una ola rompiendo un día de marejada. Nos leímos en las líneas de poesías ajenas sabiendo que, al final, todo poema es triste. Aunque, reconócelo, nunca quisimos acabar así. Nos condenamos. Tú y yo. Sin miramientos, sin esperanzas, sin sonrisas. Nos obligamos a llorar por las noches y a perder las fuerzas. Pero, aun así, cuando siento que te pierdo mi corazón me recuerda más fuerte que puede soportar todo el dolor con tan de volver a abrazarnos en la estación de turno, sabiendo que habrá despedidas pero también reencuentros. Y eso, amor, es lo que me hace ser incapaz de dejar de quererte. Nunca pensé con el corazón, pero esta vez la razón es la que se ha tomado vacaciones indefinidas, quizá esté de baja por (des)amor. 


Recoge los pedazos una vez más, haz que los ojos brillen, construye cosas nuevas. Esos y otros consejos que, en ocasiones, queman hasta morir. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Vértigo.

Regálame un libro. Ven a verme sin que te lo pida, haz que sonría cuando te vea parada en la puerta de mi casa con tu bufanda roja y una sonrisa tierna. Abrázame cuando no lo necesite y dame un guantazo cuando sea el momento exacto. Quiéreme cuando me ponga tonta y sólo queden ganas de marcharte, te prometo que se me pasará pronto. Aceléranos al máximo hasta que haya riesgo de caer al precipicio; siente vértigo. Pero después frena. Ve con calma, cuenta mariposas y agárrame la mano. Mira al cielo cada atardecer, desea con todas tus fuerzas querer pasarlo a mi lado. Te prometo que, en poco tiempo, llegaré. Piensa en la primavera, en las flores de cerezo acariciando tus piernas mientras éstas salen curiosas del vestido más bonito. Deja tu carmín en mi mejilla, esta vez no me voy a enfadar. Baila conmigo sin música, recítame poemas al oído, descansa tu cabeza en el hueco de mi pecho. Escribe poesía en mi espalda y vuélvete a quedar toda la noche despierta para amansar mis pesadillas. Dibuja semifusas en mi pelo. 


Salta. Quítate el abrigo y salta desde lo más alto. Ya ha llegado la hora. Prometo no dejarte caer. 


jueves, 6 de noviembre de 2014

¿Bailamos?

Recuerdo aquella mañana con total claridad. Paseábamos lento agarradas de la mano, como una pareja de los años 20. Nos parábamos en cada esquina, el cielo estaba azul y las nubes hermosas. No hacía frío.

La magia llegaba de tantas formas y matices diferentes que sigo estremeciéndome al recordar. La melodía de violín que se escuchaba a lo lejos aún resuena a veces en mi cabeza cuando leo poesía. En mi mente, las imágenes de aquel abrazo por la espalda mientras nos balanceábamos al mismo ritmo. 

Sonreír. 

Pensar que hay paseos eternos, que esa sería la primera mañana en un parque que nos vería repetir el mismo camino los domingos por la tarde. Imposible olvidar tu forma de correr, de invitarme a bailar. Tampoco olvido mi sonrisa más plena al verte exultante de felicidad ni mi pensamiento de estar segura de que, por una vez, había tomado la decisión más correcta.

Paseé sin poner un pie en el suelo pero agarrando tu mano. Mirándote. Y no fue un sueño, fuiste tú. Tan real, tan musa y tan poetisa. Y yo no te saqué a bailar.





Vuelve a invitarme a bailar en la calle, en el sofá, en la cama, en las discotecas más oscuras, en tus ojos. Invítame, porque aquella vez sólo podía contemplarte. Invítame a bailar la canción más horrible del mundo, pero hazlo. Vuelve a los paseos y las sonrisas. Vuelve a hacer que mis ojos bailen. 

martes, 4 de noviembre de 2014

Lluvia de estrellas.

Te voy a hacer el amor de la forma más suave; con palabras. Y es que, vida mía, hay noches que me duele más pasar sin ti. Hay días en los que deseo con todas mis fuerzas abrazarte fuerte, dormir desnuda a tu lado, celebrar fechas que significan todo y nada. Puede que tú digas blanco y yo diga negro, pero las cosas de la mano son grises y tienen un matiz precioso que sólo tú y yo podemos entender. Quédate. Quédate a dormir aunque sea en forma de almohada, pero quédate. No te pido más. Antes, abre la ventana y mira al cielo. ¿La ves? Está ahí, intentando cumplir tus deseos, creciendo fuerte para luego empequeñecer, pero su belleza nunca se va. Recítale una noche más, y hazlo conmigo si quieres también. Suave, con tu voz dulce. Sólo recita. Ama más fuerte que nunca, sin remordimientos, dejándote el corazón en el filtro de un cigarro pero arropado por unos brazos desnudos. Ríe a carcajadas y bendice una noche más. Sueña, vive, llora de felicidad. Dame la mano.




Nos vemos en sueños. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Textos sin sentido. Pero llueve.

Aún sigo dándole vueltas a si todas esas frases van por mí, a si cuando miras twitter me veo reflejada en tu memoria cuando lees cosas que, por casualidad, hablan de enamorarse de desconocidos más fuerte que del amigo que has tenido siempre de la mano. Me pregunto si recuerdas mis noches malas con la misma fuerza que las buenas. Tonta enamorada, ilusionada, con ganas (de ti). 

Te contaré, amor, que desde hace meses mi cama es el único refugio donde puedo abrazar la almohada pensando que eres tú y sonreír porque duermes a mi lado. ¿Es un espejismo? ¿Realmente me da calma? ¿Quizá tú me estés abrazando a pesar de los recuerdos o ya no soy lo último en lo que piensas al acostarte? 

¿Sabes? Te sigo echando de menos. Tengo miedo a que tú ya no lo hagas, a que la distancia se haya llevado consigo esa necesidad de casa. Tengo miedo del miedo, de los abrazos, de temblar cuando me escribes, de susurrar cosas mientras (te) escribo otras diferentes. Tengo miedo de ti y de quererte tanto. Créeme cuando te digo que una vida a tu lado se me queda corta pero: ¿qué es la vida si no es contigo? 

Hoy, afuera, llueve(s).

sábado, 1 de noviembre de 2014

¿Pido demasiado?

Dame una de esas noches especiales en las que no nos quedemos hipnotizadas mirando las luces de las velas porque nuestros ojos brillen más y sean más profundos. 
Confiésame otro secreto y sorpréndeme una vez más. 
Acaríciame sutilmente por debajo de la mesa y haz que toda mi piel se erice. 
Sonríe de manera pícara, agárrame la mano y salgamos a besarnos en los portales. 
Hazme el amor lento, suave, como si los minutos no fueran a pasar nunca. 
Plántate en mi puerta una mañana cualquiera con unos billetes de avión para el fin de semana siguiente. 
Recorre de mi mano una ciudad desconocida y bésame con ternura cuando me canse de esperar que hagas mil fotos cuando yo quiero continuar. 
Escribe junto a una taza de té mientras yo refunfuño porque mi estudio es demasiado pequeño, no apagas la luz y quiero dormir. Pero después léeme con tu voz dulce, lee en voz alta las palabras de la chica que escribe y mira cómo cierro los ojos y sonrío en sueños. 

Bésame en la frente y abrázame toda la noche. Toda la vida.


¿Pido demasiado?