domingo, 9 de marzo de 2014

Ni Nerudas, ni Lorcas, ni Quevedos.

Me paro en semáforos en verde esperando a que vengas y me abraces por la espalda, diciéndome al oído que ya es la hora de volver a casa y que mañana nos espera un día agotador. Sin embargo es Borges quien se mete en mi cabeza, recitándome tu ausencia y empujándome a cruzar en rojo. 

Ni Nerudas, ni Lorcas, ni Quevedos; yo te quiero a ti. 

martes, 4 de marzo de 2014

Give me a beer.

Quiero enamorar a la chica que se duerme abrazando a la almohada y a la chica que se pone esos tacones para sentirse más fuerte. Quiero enamorar a la que se pinta los labios de rojo para pasear por su habitación y a la que sale de casa despeinada por las prisas. Quiero enamorar a la chica del corazón roto y a la chica que tiene las decisiones claras. Quiero enamorar a la chica dulce e infantil y a la chica fiera en la cama.


Yo quiero enamorarte, chica que escribe.


sábado, 1 de marzo de 2014

Escribir(te).

Me pregunto cuándo dejé de escribir en abstracto para escribirte a ti, a las 23:42 y acompañada por un Cola Cao y tu risa en vez de latas de cerveza que contienen colillas con carmín rojo. Me pregunto cuándo irrumpiste en mi vida y cómo hiciste para recuperar la parte de mí que ya no estaba, que ya se había marchado. 
Aún no sé la fecha en la que prometí llevarte a París, pero nunca había deseado con más ganas enseñarte los rincones más ocultos donde se esconden melodías de violín y pinturas en acuarela. Correremos buscando las mejores vistas para admirar la Torre Eiffel y nos besaremos apasionadamente en un hotel desde el que veamos gatos negros pasearse por los tejados. Quizá, en uno de esos paseos, una mirada significará más que todas las palabras del mundo que pueda escribir(te) y comprenderás que no es que sea fácil ni bonito; es que tú lo haces así. 
Algún día, perderemos vuelos una y otra vez por el simple capricho de no poder dejar de mirar tu cara bañada por los rayos de sol al amanecer y acabaremos llorando de la risa porque, sí, lo hemos vuelto a hacer. Hasta entonces las estaciones guardarán los abrazos más sinceros, las palabras más bonitas y las promesas de escribir(te) un poco cada noche para no sentirte tan jodidamente lejos. 


Debo reconocerlo, los monstruos del armario son cada vez más pequeños, sólo hace falta que tú vengas a besarme y a eliminarlos del todo.